Te conocí un sábado mientras llovía y tú ponías caras raras para hacer reir a una niña.
El martes eran mis manos las que te hacían cosquillas.
El miércoles supe por tu sonrisa que te quería.
El viernes tuve miedo, hubo llanto y fue el fin de tus caricias.
El domingo llego la inevitable despedida.
Y ésta es la crónica de una tormenta que nació cuando tus labios tocaron mi herida.
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